
Ayer asistí a un taller de escritura creativa y durante la presentación de cada uno de los participantes, dónde básicamente debíamos indicar nuestra relación con la escritura en el día a día, uno de los asistentes dijo de manera muy contundente algo que me llamó la atención: “nadie escribe como yo, lo hago de una manera única”. “¡Pero qué pesado!” pensé de inmediato; mi ego hablando. Al momento de realizar los ejercicios, estuve muy atenta a los escritos de esta persona y vaya sorpresa que me lleve; en efecto eran muy buenos y difícilmente alguien podría escribir como él, tan buenos eran que la profesora le mencionó que debería estar buscando editor.
Terminado el taller tuve tiempo para reflexionar sobre esta escena; después que mi ego dejó de hacer ruido, pensé que en efecto todos somos diferentes, somos únicos, pero la mayoría de las veces esa autenticidad queda por fuera de nuestro radar y mucho menos nos atrevemos a gritarlo a los cuatro vientos con total seguridad sin miedo a ser tildados de presuntuosos.
Desde que inicié este camino de desarrollo personal, uno de mis principales desafíos ha sido precisamente ese. Empecé por entender quién realmente soy lejos de los esquemas impuestos y autoimpuestos; encontrar la respuesta me ha llevado tiempo y cada día voy descubriendo algo nuevo. El primer paso fue hacerme preguntas tan básicas como que me gusta comer y llegar a otras más profundas como cuáles son mis mayores miedos. En este viaje he entendido que el bucear en la profundidad de nuestra alma nos permite encontrar nuestra esencia y que es a partir de ahí dónde podemos disfrutar de la libertad de lo que somos y lo que queremos ser. Este tema me parece tan relevante que hoy dicto un par de talleres enfocados sólo a esto, a que los participantes puedan mediante preguntas navegar en estas aguas y empezar a encontrarse con un nuevo yo, dejar atrás paradigmas y disfrutar plenamente de quienes son.
Este viaje me ha dejado muchas enseñanzas. Reconocerme como mujer, mamá, hermana, tía, líder, compañera de trabajo, vecina, amiga, amante, pero sobre todo reconocerme como un ser humano único que hace las cosas de una manera única, que no se parece a nadie y que no tiene porque seguir un modelo social que alguien se inventó. Dejó de importarme el qué dirán y empecé a ser yo. Mi admiración por las personas que rompen los esquemas sociales se incrementó. Observo con respeto a todo aquel que es diferente en una sociedad que pugna por encasillarnos en moldes preconcebidos. No me cansaré de decir que la persona que más admiro es a mi hija, que ha sido capaz de romper todos los moldes y encontrar su realización personal desde ahí; es mi gran ejemplo a seguir.
Hace poco fui a un lugar a cambiarme una joya que tengo en el labio y había una señora de unos 70 años más o menos, acompañando a la joven que atendía el local. Nos pusimos a conversar, me preguntó si haberme puesto esa joya me había dolido, a lo que le respondí que en realidad no mucho. Orgullosa entonces me mostró sus orejas y me dijo que hacía poco se había abierto un tercer hueco porque le encantan los aretes y siente que se ve muy linda, cosa que en efecto así es. Me dijo que estaba muy feliz porque para ella era muy importante “sentirse arreglada”. “¡Pero qué maravilla!” pensé, romper los esquemas es cuestión de querer hacerlo para conectar con eso que nos hace felices. No se trata de hacer grandes cosas, ni pasar a los libros de historia como los precursores de grandes cambios, se trata de hacer esos pequeños cambios que te acercan a tu auténtico yo.
Sería mentira decir que ya no le temo a nada; aún me descubro en ocasiones dudando sobre cosas que quiero hacer y posponiendo acciones que vengo planeando hace mucho, pero en esos momentos recurro a la sabiduría de mi alma que me muestra quién soy en realidad. Sobre todo para mi generación y las anteriores que fuimos educadas bajo tantas restricciones que el miedo se convirtió en nuestra guía, nos es difícil enfrentarnos a eso; por eso honro a las mujeres de edad que deciden dejarse el pelo largo o pintarlo de colores, a los adultos que deciden reconocer y vivir su sexualidad sin que la edad los condicione, a los que se atreven a aprender un nuevo oficio después de su jubilación o se dedican a cumplir su sueño sin importar lo que eso implique, a los que hablan abiertamente de temas que aún se consideran tabú, a todos los que deciden quebrar el molde de alguna manera y dejar atrás los miedos.
Mi invitación para tí es pensar en esos pequeños cambios que quisieras incorporar, en responder con total honestidad preguntas que parecen tontas, en identificar que te conecta con algo más profundo, en escuchar tu alma. ¿Te atreves?