
Y sí, la pelea con el ego es fuerte, agotadora y requiere un enorme esfuerzo, tanto que la mayoría de las veces dejamos que gane. Surgen preguntas como: ¿esto sí vale la pena? ¿en realidad es lo que quiero? ¿por qué no mejor sigo como estoy?, total, no es tan malo ¿verdad?
Últimamente vengo librando una batalla diaria con mi ego, a fin de no dejarle ganar y poder llegar a dónde y cómo quiero estar, poder llegar a ser esa mejor versión de mi misma. En mis profundos cuestionamientos, ha surgido una pregunta poderosa que me dejó desconcertada: ¿cuándo fue que le di tanto poder a mi ego que ahora no me permite llegar a dónde quiero estar y ser lo que quiero ser?, esta es la pregunta clave, que me permitió entender que fui yo quién lo empoderé y sólo yo puedo quitarle ese poder.
Mi ego, por lo demás insistente e intenso, porque sí que es intenso, me grita todas las mañanas apenas abro mis ojos: ¿de verdad crees que esto vale la pena? ¿en serio piensas que vas a llegar lejos en tu propósito de vida?, y bueno luego de tomar un par de respiraciones, le respondo con fuerza: Sí!!! Si lo creo y se acabó la discusión! Logro que se calle por el resto del día pero al día siguiente, insiste con lo mismo.
He cavilado sobre cuál será la mejor manera de apaciguar mi ego, llegando a varias conclusiones que quiero compartir: primero, reconocer que hay detrás de él: miedo, inseguridad, falta de amor propio, etc, cada quién tiene lo suyo, en mi caso miedo, simple y llanamente miedo.
En segundo lugar, entender miedo de qué? O a qué? Esta pregunta es un poco más difícil de responder, requiere un profundo trabajo de auto observación, de descodificación, ir más allá de lo obvio hasta lo más profundo de tu ser, encontrar el origen y así poder entender que lo produce para poder gestionarlo. Para mí, el miedo está representado en salir de mi zona de confort, en no poder cumplir con mis propias expectativas y finalmente en seguir mi camino sin que nadie más que yo misma me indique por dónde es, lo que obviamente se traduce en responsabilizarme de mis propias decisiones; en pocas palabras, si algo sale más, no tendré a quién echarle la culpa.
¿Cómo entonces convertir ese miedo en fortaleza? Poniendo en acción la tercera parte y es “manos a la obra”. No es sólo gritarle a mi ego que está equivocado o que me deje tranquila, finalmente el ego hace parte de mi y soy yo misma, y no por decirme todo esto voy a escucharme y dejarme en paz, tengo que actuar. Así, que tomo cada duda: ¿me da miedo cumplir con mis propias expectativas?, bueno si no tengo expectativas, no tengo porque tener miedo, así de sencillo, entonces me bajo de las expectativas y solo dejo que las cosas fluyan en el hoy y en el ahora; ¿me da miedo trazar mi propio camino? entonces me siento a diseñarlo teniendo mi propósito claro. Todos los días hago algo por ese camino, le pongo un tablón más: escribo, defino ideas, envió un mail, hago un contacto, estudio, concreto un taller, hablo de mi proyecto, etc.
Por último, hago un trabajo en paralelo y es que en mis momentos de meditación, tanto activa como pasiva, me siento frente a mi ego y le muestro claramente dónde quiero que esté, de que tamaño es, como quiero que actúe en este momento y en cada situación, cuando puede opinar y cuando no y de esta manera le dejo claro quién manda aquí, quién manda en mí. Lo repito las veces que sea necesario y aunque sigue hablando a primera hora de la mañana, poco a poco su fuerza va disminuyendo y estoy segura que un día despertaré sin sentir su voz.
Rocio Consuegra. Mentora en desarrollo personal y terapeuta holística. Creo espacios de sanación emocional dónde cada persona puede reconectar con su propósito de vida y habitarlo con presencia, sentido y autenticidad
